Carretera, un alto en el camino entre dos reportajes y un café en solitario en la barra de cualquier bar de esos de gasolinera con su inconfundible impersonalidad que los hace a todos casi iguales… Poca gente, salvo un grupito donde dos de ellos llevaban la voz cantante. El uno vestía unos tejanos y un jersey a la moda, el otro… Bueno unos pantalones de chandal y una camiseta vieja llena de lamparones. Por las llaves sobre la mesa y los camiones aparcados fuera se trataba de profesionales del transporte. Vamos, camioneros de toda la vida. La conversación iba subiendo de tono y poco a poco se iba convirtiendo en algo bastante más interesante que los anuncios de la TV. Por lo visto al chico del chandal se le había ocurrido hacer un comentario sobre lo elegante que era su compañero de mesa, de charla y de viaje, pero desde luego no de empresa. El comentario debía haber sido algo así: «Eres un pijo andas con un camión y siempre vas tan elegante.»
Y lo que tiene este país nuestro lleno de gente harta de soportar la crisis, donde una cosa siempre llevó a la otra y donde cualquier inocente discusión, sobre la moda para camionerosen este caso, puede desembocar en una cruel radiografía de como nos ganamos la vida al volante.
Ahora el que llevaba la voz cantante era el de los tejanos y el jersey elegantes: «Pues sí, me compro la ropa que me gusta. ¡¡Para eso trabajo todo el mes y no paro en casa!! Yo no te digo nada de como vistes. Tú andas con un chandal roto porque si tu jefe cobrara por esa carga que llevamos lo que se debe cobrar a lo mejor podría pagarte un sueldo normal y tú no tendrías que andar vestido como si hubieras salido de un cubo de basura.»
Con un comentario así, lanzado de golpe a la cara, éramos ya varios los presentes que no nos hubiésemos extrañado de ver una pelea en directo y en toda regla. Pero lo cierto es que el silencio se hizo de golpe en la mesa de los cinco compañeros ocasionales de ruta. Miraban fíjamente al aparcamiento medio iluminado, donde sus cinco camiones estaban allí aparcados con sus cinco cargamentos idénticos… Los miraban como si no fuesen sus propios camiones, como si de repente hubiesen descubierto algo extraño en ellos… Como si no lograran entender porque cinco viajes idénticos con cinco cargas idénticas no significaban cinco pagas idénticas e igualmente justas. Los miraban como si de repente hubiesen descubierto algo en ellos que nunca hubiesen visto antes. Y parecía que no les gustaba nada lo que habían descubierto.