Echando un cable
Pese a que nuestros protagonistas de hoy cuentan con una flota de camiones moderna y decorada de modo espectacular, lo cierto es que ningún transportista quiere verlos trabajando junto a su vehículo. Aunque los hombres de Grúas Tarragona han sacado de apuros a más de uno tras echarle un cable.
Por Joan Garriga
No en vano hoy nos enfrascamos en la jornada cotidiana de unos profesionales del rescate en carretera, especializados en los vehículos de gran tonelaje y dada su localización, junto al polígono de industrias petroquímicas de Tarragona y justo al pie de la antigua N-340, con gran experiencia en la actuación sobre vehículos con mercancías ADR. Vamos, que han convertido en oficio una de las situaciones más peligrosas y delicadas que puede darse sobre el asfalto: el auxilio a una cisterna de materias peligrosas.
Nos encontramos charlando en la sede de la empresa, son poco más de las ocho de la mañana y la mayor actividad del momento se concentra en la máquina del café. Los hermanos Martínez de la Parra, Luís y Ricardo, nos explican que este trabajo es así. Salvo cuatro movimientos de maquinaria o algún traslado desde un taller a la base del cliente eso de la previsión del trabajo no va con el oficio de gruísta. Se vive pendiente del teléfono y se está dispuesto a cumplir con los requerimientos que de él salgan.
Luís nos lo explica: “Como en cualquier otro tipo de transporte aquí también notamos la crisis. En la carretera hay la mitad de tráfico y eso se nota en el trabajo. Tenemos días en los que no recibimos ninguna llamada y otros en los que tienes siete salidas en una mañana para acudir a remolcar autobuses, que si un accidente de varios trailers en la autopista, que si otro se embarrancó en una obra…El oficio de rescate en carretera es así. Si estamos en la oficina el teléfono manda y si nos vamos a casa queda desviado a los móviles, así que en cualquier momento de cualquier día de la semana durante todo el año estamos dispuestos a actuar.”
Empieza la función
Todavía no había dejado de humear el primer café cuando Ricardo apunta los datos de una llamada realizada desde un centro de llamada correspondiente a una de las principales tarjetas de uso en el transporte. Al parecer una tractora dijo basta en plena ruta y su conductor se las ha apañado para desenganchar junto a otro compañero de la empresa. Será cuestión de arrastrar el camión hasta la concesión más próxima. En menos tiempo que lo explicamos Paulino ya se sentó al volante de una de las grúas Mercedes de la casa y se encamina a solventar el entuerto. Mientras Luís todavía sigue explicándonos que con esto de la crisis abundan los días tranquilos y hasta han tenido tiempo de darle una mano de pintura a la góndola con la que trasladan los vehículos más dañados el timbre vuelve a sonar. Por lo visto una hormigonera de cuatro ejes no se había dado por aludida en eso de la crisis de la construcción y no ha parado hasta que su motor dijo basta. Se toma nota y dada la talla de la criatura se moviliza a la estrella de la casa; un Volvo FH16 8X4 de 580 CV recién estrenado y capaz de enfrentarse a lo que le echen. Mientras Rafa y José ya aceleran por la N340, Luís nos explica: “Para remolcar un averiado o desvolcar un vehículo accidentado lo que más tememos los gruístas son dos tipos de vehículos; los cuatro ejes y los autocares. En el primer caso se trata de la masa, tienes un camión que cargado supera las 30 toneladas y eso significa que tienes que manejarlo con una grúa pesada, pues de otro modo no podrías estirar de él. El peso te vencería y podrías incluso volcar tu propia grúa. Los trailers son más grandes, pero siempre te los llevas por separado, la tractora en una grúa y el semi si está entero se remolca con otra tractora y si está muy dañado se carga en una góndola. En cambio los autobuses nos lo ponen difícil por otra razón. La estructura de sus carrocerías hace que resulte complicado engancharlos sin deteriorarlos y además resulta complicado acceder a órganos vitales como la caja de baterías y fusibles, las conexiones del circuito de aire, etc.”
La llegada de la electrónica también supone en este caso un nuevo punto de atención. Ricardo nos explica: “Los camiones y buses de hoy en día tienen ordenadores que controlan los frenos y sistemás más complicados como el ESP. Antes era muy simple, si a un vehículo se le fastidiaba la transmisión lo remolcabas con su motor en marcha, pues así tenía aire y podía frenar. Ahora si no tienes en cuenta este tipo de sistemas puedes sufrir un accidente. Enganchas un bus con el motor en marcha y te lo llevas, tiene el motor en marcha pero nadie le da gas, el sistema electrónico detecta que sin acelerar tiene velocidad, si lleva ESP se creerá que está derrapando y frenará. El conductor de la grúa nota eso y para a ver que pasa, en ese momento la central electrónica del remolcado deja de frenar porque sus sensores le indican que ya no derrapa.¿El resultado? Pues un topetazo fenomenal que destrozará el frontal del vehículo remolcado y quizás incluso la grúa. Si eso te pilla en curva quizás hasta provoque un accidente.”
Para evitar sustos de este tipo nuestros protagonistas siempre conectan mediante tubos el sistema neumático de la grúa al de frenos del vehículo remolcado e incluso a la suspensión neumática cuando se requiere. Así si la grúa frena el remolcado frena a la vez y sin necesidad de mantener ni el motor en marcha ni el contacto dado. La clase teórica se interrumpe tras una nueva llamada telefónica, que moviliza a todo quien quedaba en las oficinas. Dos grúas más, el segundo Volvo FH16, en este caso un tres ejes con Ricardo al volante y una enorme y lenta Luna de cinco ejes y 60 toneladas de capacidad, con Luís y un curioso reportero en su interior, parten hacia el muelle de inflamables del puerto de Tarragona. Cunde la alarma Un trailer cisterna ADR, cargado de cloro, aparece volcado enmedio de una rotonda en la zona portuaria. A pocos metros se encuentran los depósitos de combustible y un enorme buque mercante gasero. La situación es complicada y los bomberos también han sido alertados. Nadie quiere un escape de una materia venenosa en una zona donde un accidente podría causar temibles explosiones.
Así que se tratará de actuar finamente, trasvasar el contenido de la cisterna a otra si se puede y en caso contrario desvolcar el vehículo de la forma más fina para evitar que una rotura de la cisterna esparza su contenido. Luís tiene tiempo de explicarnos todo ello camino del Puerto, pues aunque unos pocos kilómetros nos separan del destino viajamos en la cabina de la grúa Luna de 60 toneladas, una impresionante mole con capacidad para levantar 60 toneladas con cinco ejes en configuración 10X6. Es decir, que los tres eje traseros cuentan con tracción y los dos delanteros con dirección. El motor Pegaso de 370 CV hace todo lo que puede y avanzamos a poco más de 40 km/h hacia el punto del accidente. En cuanto terminen con sus servicios las otras dos grúas de la casa se unirán a nosotros, por si conviene echar un cable.
Algo poco probable dadas las especiales características de la 60 toneladas sobre la que viajamos y que Luís nos explica levantando su voz sobre el murmullo propio de un 12 litros Pegaso:”Esta era una grúa industrial que hemos modificado en casa. Le hemos quitado las prolongaciones hidráulicas que le daban más alcance, dejando sólo dos. Nosotros para desvolcar un camión no las necesitamos, lo que si podemos necesitar es su capacidad máxima de 60 toneladas. La otra gran modificación ha sido añadirle un segundo cabrestante con cable. Verás que en la punta esta grúa tiene dos ganchos. Eso nos permite desvolcar un vehículo con total delicadeza. En caso contrario necesitas dos grúas y los dos operarios, separados por gran distancia, necesitan coordinarse al detalle. Con esta grúa lo controlo yo todo y nos ofrece gran seguridad.”
Una seguridad que ahora deberemos aprovechar al máximo, incluso empleando los otros dos Volvo como enganches auxiliares para asegurar que en ningún caso un fallo haga que la cisterna volcada pueda recibir un golpe al caer violentamente al suelo. En apenas unos minutos las tres grúas se sitúan alrededor de la cisterna de cloro accidentada. Los operarios enganchan convenientemente la estructura en partes sólidas del chasis y ya está todo listo para que el trailer accidentado recupere la posición que jamás debería haber perdido: con los neumáticos tocando el asfalto. Algo rutinario para los expertos gruístas que hoy nos han permitido acompañarles en la cabina.
Con gradas y público
Afortunadamente la tercera alarma matutina recibida por Grúas Tarragona era algo prefectamente previsto, tanto que formaba parte de la clausura del Congreso de Intervención de los Bomberos frente al riesgo Químico, celebrado en la capital tarraconense con ocasión del 150 º aniversario del cuerpo de bomberos de la ciudad. En colaboración al transportista de mercancías ADR Teqsa y el personal de Lavaderos Europa Grúas Tarragona ha participado en uno de los simulacros más espectaculares del congreso. Se trataba de actuar en un vuelco de un trailer ADR y demostrar tanto como realizar un trasvase como un desvuelque con total delicadeza y seguridad. Eso sí, frente a la improvisación propia de un accidente, aquí se ha actuado con total premeditación. Situando la cisterna y volcándola justo frente a la tribuna donde bomberos de medio mundo asistirán a la maniobra y tratando de mostrar los secretos de una especialización del rescate en carretera que demanda una etrecha colaboración entre empresas de rescate, autoridades, bomberos, transportistas e industria química. Un buen modo de celebrar tanto el trabajo bien hecho como el aniversario de una organización tan necesaria y vital para la sociedad como es un cuerpo de bomberos.